miércoles, 23 de mayo de 2012

RECOMENDANDO LA DIETA MEDITERRANEA

La obesidad es la gran epidemia del siglo XXI y condicionante fundamental de la principales patologías crónicas como la diabetes, las cardiopatías o el cáncer . Es una enfermedad que no tiene cura, tan sólo la podemos controlar mejorando nuestros hábitos alimenticios.
La dieta ideal no existe, pero sí existen pautas dentro de una forma de vida que han demostrado ser las mejores, las más eficaces y beneficiosas y ha sido la UNESCO la que ha  reconocido internacionalmente que la dieta mediterránea, la nuestra, es la que mejor se adapta a los cánones alimenticios, declarándola Patrimonio Intangible de la Humanidad. Esta dieta se basa en un alto consumo de frutas, vegetales, papas, judías, nueces, semillas y otros cereales, un uso del aceite de oliva para cocinar y aliñar, moderado consumo de pescado, y poca carne, moderada cantidad de queso con toda su grasa y de yogur, moderado consumo de vino, generalmente con las comidas, confianza en los productos locales, frescos y de temporada y un estilo de vida activo.
            Aunque el modelo mediterráneo de alimentación tiene una tradición milenaria, el concepto   nutricional de dieta mediterránea es relativamente reciente, menos de 60 años, surgiendo cuando en un estudio de científicos norteamericanos se logró demostrar la benevolencia de la alimentación de 128 familias de la isla de Creta. Sin embargo, la dieta mediterránea no es una dieta en sí misma sino en palabras textuales del Dr. Mataix “es una dieta saludable en  la que los alimentos que la componen están en el mundo  mediterráneo, de una forma casi ancestral”.
            Como su propio nombre indica (mediterráneo = entre tierras), la dieta mediterránea es fruto de la fusión de culturas ancestrales, en la que la escasez dio paso a la imaginación y por tanto a la variación, teniendo a la agricultura, y por tanto a los productos vegetales, como eje de la misma, frente a una cultura germánica apoyada más en la caza, es decir, en la carne. Su influencia y las posteriores de la cultura musulmana junto con las aportaciones del nuevo mundo configuraron la dieta mediterránea actual.
            La globalización económica ha ocasionado una occidentalización de nuestra dieta, en el sentido más negativo del concepto, por lo que la necesidad de recuperar la dieta mediterránea ha sido una reivindicación constante en las últimas décadas. Conseguir preservar estos valores ancestrales de nuestra cultura milenaria se ha constituido en el gran reto en salud. Mientras los padres trabajan, los abuelos han asumido el rol educativo en la alimentación que lo convierte en una figura clave en salud pública, ya que según datos de la FAO nuestra dieta en los últimos 40  años se ha vuelto más grasa, más dulce y más salada, manteniendo una adherencia a la dieta mediterránea de tan sólo un 43%. Conservar la dieta mediterránea es conservar nuestro patrimonio, un patrimonio en el que nos va nuestra salud y sobre todo la de nuestros hijos.