A finales del
siglo xvi, el vino fue
sustituyendo al azúcar en las transacciones atlánticas. En la primera mitad del
siglo xvi, el comercio del vino
llegó a su cenit [1]. La fractura con Portugal (apoyada por los ingleses y que
culmina con el Tratado de Methuen
de 27 de diciembre de 1703) provocó el declive del vino. Tanto la subida de los
aranceles en 1633 (pasando por la creación de la compañía brasileña y la
prohibición del tráfico a Indias) como las Actas y Leyes de la navegación
inglesas, entre 1651 y 1663, supusieron la deuda de guerra pendiente que tenía
Portugal con Inglaterra por su apoyo a su independencia.
Eso se tradujo
en una crisis en Canarias, cuyo chivo expiatorio fueron los portugueses
afincados en estas islas desde el origen del poblamiento (como nos lo ilustra
el motín producido en Garachico con el derrame del vino de 1666). Los vinos
canarios serían sustituidos por los portugueses, ya que desde que el 21 de mayo
de 1662 (año en que casa Catalina de Braganza con Carlos ii de Inglaterra) comenzaron a sustituir
los caldos y malvasías tinerfeños por los de Madeira y Oporto.
Por este
motivo, la población portuguesa necesitó castellanizarse. Fue en esta coyuntura
económica en la que se fundó en 1662 en Tejina el Arca de la
Misericordia, la Alhóndiga, como una iniciativa vecinal y eclesiástica ante la
crisis producida, a imitación de lo que ya se había hecho en otros pueblos de
la isla.
Los grandes
hacendados instalados en Tejina habían sido Asenjo Gómez y su yerno, Gonzalo de
Oporto, quien sumó a sus propiedades las procedentes de la dote de Isabel, hija
del primero. La producción de viña que caracterizó a estos terrenos fue pronto
superada por las de Tegueste, debido a su mayor proporción de terreno
cultivable. Sin embargo, la presencia de agua y, sobre todo, los embarcaderos
─verdaderos pulmones de la isla en esta primera época de asentamiento que
permitían la comercialización de los productos de estos colonos portugueses─
hicieron muy apetecibles sus terrenos. Pronto se entró en conflictos, agravados
con el clero regular y los agustinos que, por cuestiones de deudas, se habían
hecho con una importante porción de los terrenos de Asenjo Gómez; algo que, sin
embargo, ahora es lo que nos permite reconstruir la historia de Tejina.
Los terrenos
más apetecibles fueron los cercanos a los barrancos por donde discurría el
agua. Estos barrancos adquirieron los nombres de sus propietarios, como
«Perdomo» o «Velasco» (el barranco de Las Cuevas). El barranco de Milán fue
inicialmente conocido como «del Hospital de los Dolores» o «de la Misericordia»
por la presencia agustina y, luego, como «Francisco Afonso», quien lo había
comprado en 1538 a Melchor Blas y que, en 1612, constaba como de Tomás de
Morales, hijo de Afonso. Pronto comenzaron a aparecer nombres como Tomás de
Anchieta (quien compró a Gonzalo de Oporto) y otros, como Estrada,
Mendoza, Saa, Mederos, Porlier, Bello, Perera, y Armas, pero fue Bartolomé
Hernández Milán quien dio el nombre que perduró al barranco.
Sin embargo, la
actividad del vino se estancó, probablemente por la escasez de terreno
cultivable, y surgieron otras actividades que también caracterizaron a los
portugueses, como la actividad textil.
El nombre de
«Las Tapias» nos indica la necesidad de retener el agua para la actividad que
se iba a desarrollar en la misma, «el enriado del lino». Al mismo tiempo, el
comercio portugués (basado en productos textiles como varas de carisea, ruán,
holanda o vellorí) ya era importante desde finales del siglo xvi, de igual forma que la actividad de
artesanos textiles también era frecuente en La Laguna[2].
REFERENCIAS:
[1] Portugueses separata. Álvarez Santos, J.L. Los portugueses
y la viticultura en Tenerife a comienzos del seiscientos.
[2] Álvarez
Santos, J.L., Tenerife y la Unión Ibérica. Los portugueses en La Laguna y su
comarca (1575-1650).