Cuando Octavio Augusto impuso la Paz
Romana decidió construir un altar en honor a la diosa romana Pax en la vía flaminia del Campo
de Marte, el Ara Pacis. No suelen existir monumentos romanos que no tengan una
fuerte carga propagandística y sin duda el Ara Pacis encierra un mensaje que
luego heredó la iglesia cristiana.
El Ara Pacis ya se
conocía desde antiguo pero fue en el siglo XX cuando pudo ser restaurado y
descifrado su mensaje. Consiste en un receptáculo con dos puertas. Por la
anterior entraban los sacerdotes y por la posterior los animales que iban a ser
sacrificados. Sus paredes están decorados con bajorrelieves que recuerdan a las
Panateneas del Partenón a base de personajes,
animales y plantas. Representan el origen mítico de la ciudad de Roma como
procesión de sus más ilustres personajes.
La decoración a base plantas es claramente
mayoritaria y llega a cubrir prácticamente las dos terceras partes de la
estructura[i]. Ya Séneca consideraba a
la Naturaleza como a “Dios en sí mismo, la razón divina inmanente al mundo en
su totalidad y a sus elementos”. De igual forma que hoy en día, la
homeopatía considera que lo similar puede curar a lo similar, los romanos
entendían que la forma que adquirían las plantas condicionaban luego sus
propiedades. En el Ara Pacis hay un unidad que se repite periódicamente, son
dos subunidades enfrentadas del ápice del helecho Pteridium aquilinum
que dan forma a un corazón. Desde la época egipcia de los faraones el corazón
simbolizó el centro, el habitáculo del alma y el círculo y la espiral figuras
mágicas relacionadas con la eternidad. El número Pi o la relación entre el
diámetro y la circunferencia y su valor infinito no hace otra cosa que reforzar
este concepto de eternidad, de divinidad suprema sin principio ni fin.
El Pteridium aquilnum o helecho
común debe su nombre al parecido físico con el Águila, el ave celestial por
excelencia, el que mira al sol, símbolo también de Zeus.
Los helechos son un grupo de plantas que
junto con las algas, hongos y líquenes carecen de flor. Pese a ello no
estuvieron precisamente ausentes en las alegorías romanas. Desde el punto de
vista evolutivo son unas plantas antiguas que si bien nunca se consideraron
mayoritarias, sí tuvieron la capacidad de adaptarse al medio llegando a
nuestros días. Los primeros brotes verdes que aparecen tras un incendio son
precisamente sus hojas con forma de pluma y sus ápices enroscados. La
esterilización que se produce en el suelo tras un incendio deja a las esporas
de los helechos libre de competidores como hongos e insectos y extendiéndose de
forma radial son los primeros colonizadores del suelo. La mineralización que se
produce en el suelo tras la quema de malas hierbas ha sido perfectamente
conocida por los agricultores utilizándose como práctica habitual de
fertilización. El parecido se extiende más allá de su forma con alas y patas de
rapaz a la propia sección de sus rizomas. Este símbolo fue recogido por Cayo Mario
en su reforma de la legión romana y le sirvió de estandarte durante siglos.
Tanto los rizomas del helecho común, como
el del helecho macho (Dryopteris filix-mas) o filix fanaria para los
romanos se utilizaron con vino y miel para la eliminación de gusanos y tenias.
El helecho común también se utilizó como abortivo y para la esterilidad
femenina. Las figuras reptantes que también son frecuentes en el Ara Pacis
fueron utilizadas como una alegoría a la fertilidad. La connotación negativa
que tenemos actualmente de la serpiente no la tenían los romanos. La serpiente
de la figura de Asclepio y la de Higia que nos representa a los farmacéuticos
además del concepto de veneno o sustancia farmacológicamente activa viene a
significar la renovación con la capacidad que tiene la serpiente de cambiar la
piel.
Las últimas investigaciones parecen
confirmar que si bien los cereales en Canarias eran conocidos al llegar el
europeo, en algunas islas como en la Palma, ni los cereales ni las
legumbres se utilizaban[ii]. Los benahoaritas
empleaban los rizomas del helecho vulgar, bien sólo o mezclado con semillas de
Amagante (Cistus symphytifolius) para convenientemente triturados en
molinos de mano obtener su gofio o “ahorén” que lo añadían al caldo o la
leche. Esta costumbre se mantuvo hasta la primera mitad el siglo XX formando
parte sustancial de la alimentación de las personas pobres. Ya lo citaba Viera
y Clavijo en su Historia Natural sobre las propiedades del helecho hembra como
denominaba al conocido hoy en día como vulgar
“…. la más notable utilidad que de la raíz
del helecho sacan nuestras islas, particularmente las del Hierro y La Palma, es
hacer de ella, reducida a harina, un pan a modo del cazabe (del arahuaco
cazabí, pan de yuca), con el cual, aunque
moreno e insípido, se alimentaban los pobres en los años estériles”
Se procedía de la siguiente forma. Una vez
cavado se limpiaban y se secaban al sol; se cortaban en trozos muy pequeños y
se trituraban en molinos de mano. Una vez obtenida la harina, se cernía y se
amazaba con agua y sal, le daba forma y se tostaba. Al pan obtenido con el
helecho puro se le llamaba “bollo de helecho estreme”. Si en el momento de la
molienda se le añadía algo de cereal o legumbres para darle un mejor sabor y
consistencia se le llamó de “bollo de misture”.
El helecho se presta a simbolizar el
concepto de supervivencia y fue muy utilizado por el pueblo romano tal y como
lo podemos comprobar en la multitud de revolutas que aparecen en sus
esculturas. Junto con la serpiente que se muerde la cola como símbolo del
cierre de un círculo viene a representar la fertilidad y la eternidad. Este
concepto convenientemente cristianizado llegó a nuestros días como lo
podemos comprobar en el báculo pastoral que portan los obispos en señal
de autoridad y su enorme parecido con el ápice del Pteridium aquilinum.