martes, 31 de enero de 2017

El origen divino de las plantas, los helechos



Cuando Octavio Augusto impuso la Paz Romana decidió construir un altar en honor a la diosa romana Pax en la vía flaminia del Campo de Marte, el Ara Pacis. No suelen existir monumentos romanos que no tengan una fuerte carga propagandística y sin duda el Ara Pacis encierra un mensaje que luego heredó la iglesia cristiana.
El Ara Pacis ya se conocía desde antiguo pero fue en el siglo XX cuando pudo ser restaurado y descifrado su mensaje. Consiste en un receptáculo con dos puertas. Por la anterior entraban los sacerdotes y por la posterior los animales que iban a ser sacrificados. Sus paredes están decorados con bajorrelieves que recuerdan a las Panateneas del Partenón a base de personajes, animales y plantas. Representan el origen mítico de la ciudad de Roma como procesión de sus más ilustres personajes.




La decoración a base plantas es claramente mayoritaria y llega a cubrir prácticamente las dos terceras partes de la estructura[i]. Ya Séneca consideraba a la Naturaleza como a “Dios en sí mismo, la razón divina inmanente al mundo en su totalidad y a sus elementos”. De igual forma que hoy en día,  la homeopatía considera que lo similar puede curar a lo similar, los romanos entendían que la forma que adquirían las plantas condicionaban luego sus propiedades. En el Ara Pacis hay un unidad que se repite periódicamente, son dos subunidades enfrentadas del ápice del helecho Pteridium aquilinum que dan forma a un corazón. Desde la época egipcia de los faraones el corazón simbolizó el centro, el habitáculo del alma y el círculo y la espiral figuras mágicas relacionadas con la eternidad. El número Pi o la relación entre el diámetro y la circunferencia y su valor infinito no hace otra cosa que reforzar este concepto de eternidad, de divinidad suprema sin principio ni fin.





El Pteridium aquilnum o helecho común debe su nombre al parecido físico con el Águila, el ave celestial por excelencia, el que mira al sol, símbolo también de Zeus.
Los helechos son un grupo de plantas que junto con las algas, hongos y líquenes carecen de flor. Pese a ello no estuvieron precisamente ausentes en las alegorías romanas. Desde el punto de vista evolutivo son unas plantas antiguas que si bien nunca se consideraron mayoritarias, sí tuvieron la capacidad de adaptarse al medio llegando a nuestros días. Los primeros brotes verdes que aparecen tras un incendio son precisamente sus hojas con forma de pluma y sus ápices enroscados. La esterilización que se produce en el suelo tras un incendio deja a las esporas de los helechos libre de competidores como hongos e insectos y extendiéndose de forma radial son los primeros colonizadores del suelo. La mineralización que se produce en el suelo tras la quema de malas hierbas ha sido perfectamente conocida por los agricultores utilizándose como práctica habitual de fertilización. El parecido se extiende más allá de su forma con alas y patas de rapaz a la propia sección de sus rizomas. Este símbolo fue recogido por Cayo Mario en su reforma de la legión romana y le sirvió de estandarte durante siglos.






Tanto los rizomas del helecho común, como el del helecho macho (Dryopteris filix-mas) o filix fanaria para los romanos se utilizaron con vino y miel para la eliminación de gusanos y tenias. El helecho común también se utilizó como abortivo y para la esterilidad femenina. Las figuras reptantes que también son frecuentes en el Ara Pacis fueron utilizadas como una alegoría a la fertilidad. La connotación negativa que tenemos actualmente de la serpiente no la tenían los romanos. La serpiente de la figura de Asclepio y la de Higia que nos representa a los farmacéuticos además del concepto de veneno o sustancia farmacológicamente activa viene a significar la renovación con la capacidad que tiene la serpiente de cambiar la piel.




Las últimas investigaciones parecen confirmar que si bien los cereales en Canarias eran conocidos al llegar el europeo, en algunas islas como en la Palma, ni  los cereales ni las legumbres se utilizaban[ii]. Los benahoaritas empleaban los rizomas del helecho vulgar, bien sólo o mezclado con semillas de Amagante (Cistus symphytifolius) para convenientemente triturados en molinos de mano obtener su gofio o “ahorén” que  lo añadían al caldo o la leche. Esta costumbre se mantuvo hasta la primera mitad el siglo XX formando parte sustancial de la alimentación de las personas pobres. Ya lo citaba Viera y Clavijo en su Historia Natural sobre las propiedades del helecho hembra como denominaba al conocido hoy en día como vulgar
“…. la más notable utilidad que de la raíz del helecho sacan nuestras islas, particularmente las del Hierro y La Palma, es hacer de ella, reducida a harina, un pan a modo del cazabe (del arahuaco cazabí, pan de yuca), con el cual, aunque moreno e insípido, se alimentaban los pobres en los años estériles”
Se procedía de la siguiente forma. Una vez cavado se limpiaban y se secaban al sol; se cortaban en trozos muy pequeños y se trituraban en molinos de mano. Una vez obtenida la harina, se cernía y se amazaba con agua y sal, le daba forma y se tostaba. Al pan obtenido con el helecho puro se le llamaba “bollo de helecho estreme”. Si en el momento de la molienda se le añadía algo de cereal o legumbres para darle un mejor sabor y consistencia  se le llamó de “bollo de misture”.




El helecho se presta a simbolizar el concepto de supervivencia y fue muy utilizado por el pueblo romano tal y como lo podemos comprobar en la multitud de revolutas que aparecen en sus esculturas. Junto con la serpiente que se muerde la cola como símbolo del cierre de un círculo viene a representar la fertilidad y la eternidad. Este concepto convenientemente cristianizado llegó a nuestros días  como lo podemos comprobar en el báculo pastoral  que portan los obispos en señal de autoridad y su enorme parecido con el ápice del Pteridium aquilinum.





[i] Giulia Caneva. Il codice botánico de Augusto. Roma. Ara Pacis

[ii] Pilar Cabrera Pombol. El gofio en Garafía