sábado, 25 de enero de 2014

Farmacéuticos en Tejina (I), los inicios

La constitución de las Cortes de Cádiz en 1812 y su espíritu descentralizador supuso un cambio para La Laguna con una gran significación histórica por el traslado de la capitalidad a Santa Cruz de Tenerife. Una pujante burguesía estaba desplazando en influencia social a una aristocracia rural. Sólo unos años antes se había creado la Real Sociedad Económica de Amigos del País de Tenerife (1777) comenzándose a democratizar la actividad cultural en sociedades. Las tertulias de rebotica en las farmacias se constituyeron como una evolución natural de esta democratización. Así Ortega y Gasset, referente español del siglo XX, subrayaba que desde la farmakeia griega, adonde Pericles acudía a parlamentar y adquirir ungüentos, hasta nuestros días, la botica ha sido siempre cenáculo escondido, ágora abierta al debate, centro de conspiración, teatro de los ingenios.
Ese espíritu descentralizador de comienzos de siglo XIX, trajo consigo también  las disputas interinsulares, siendo la epidemia de cólera morbo de 1851 con 6.000 muertes la que agravó el espíritu secesionista de Las Palmas de Gran Canaria con respecto a Tenerife. Algo similar ocurrió a principios del
siglo siguiente con Tejina y La Laguna. La aprobación en 1924 del Estatuto Municipal de Calvo Sotelo bajo la dictadura de Primo de Rivera consiguió modernizar la actividad municipal reconociendo el acceso de la misma mediante concurso pero agravó los conflictos entre ayuntamientos. Muestras de éstas tensiones fue la iniciativa del Obispo Fray Albino de crear la Parroquia de la Paz y Unión en La Cuesta como símbolo de confraternización entre Santa Cruz y La Laguna. A igual que había ocurrido en Las Palmas en el siglo anterior fue el sentimiento de aislamiento y alarma que sufrió el pueblo tejinero con la epidemia de gripe de 1918 la que reavivó su espíritu secesionista poniendo en evidencia la dificultad de cubrir una plaza de médico para este pueblo. Algo similar ocurrió con la farmacia ya que en un municipio como el de La Laguna con 7 farmacias, en un período de 20 años llegaron a pasar por Tejina hasta 5 farmacéuticos, D. José Rodríguez Hernández (1934), D. Humberto Lecuona Mac-Kay (1942), D. Francisco  Martínez Gómez (1947), Dña. Juana Mª Quintero Barrera (1949) y D. Antonio Miguel Rodríguez Acosta (1954).
En España nada tuvo que ver la dura década de los años 30 con los felices años 20 europeos, sin embargo, el  descubrimiento de  la penicilina y la del DDT, antibióticos e insecticidas, cambiaría en pocos años la forma de entender la farmacia introduciéndola directamente en la era industrial. Aparecieron entonces las especialidades farmacéuticas y con ella la competencia entre droguerías y farmacias obligando a los farmacéuticos a organizarnos en cooperativas. Surgió de esta forma en Tenerife en el año 1930 el Centro Farmacéutico como el verdadero pilar de la comercialización del medicamento tal y como seguimos entendiéndolo en la actualidad. Nuestra privilegiada situación marítima y el comercio de nuestro productos agrícolas nos permitían tener en nuestras estanterías casas comerciales poco conocidas en la península como la Adrián de Paris, la Park Davis de Inglaterra o la Merck de Alemania.
Por el contrario fue una época donde era corriente los entierros de féretros blancos muchos de ellos ocasionados por el cólico “miserere” en los niños y donde enfrentarse a enfermedades como la tuberculosis puso de moda los sanatorios de alta montaña como único recurso frente a al enfermedad, tal y como el que se creó en Izaña. Pero sobre todo, se tenía aún muy presente los estragos de la mal llamada gripe española  que llegó a cobrarse la vida en acto de servicio de dos médicos laguneros, el veterano médico municipal Dr. D. Manuel Olivera y Olivera y el Dr. D. Antonio Zerolo y Álvarez, que aunque ejercía en Güimar, se había trasladado a su ciudad natal para ayudar en la epidemia. Esta situación dejó al ayuntamiento con sólo dos médicos tal y como se puede constatar en el acta municipal de 18 de diciembre de 1918. Es en esta coyuntura de alarma social en la que el pueblo de Tejina requiere un año después y a iniciativa del Sr. González Rivero un médico con residencia en la zona tal y como se puede comprobar en las actas municipales de 2 de junio de 1919. De igual forma se puede comprobar la existencia  el 11 de enero de un contencioso con el médico interino D. Luis Álvarez Castro y entre éste y el Dr. D. Fernando Reig Chisvert en el que se le recuerda por parte del pleno que la plaza que ostenta fue creada como “voluntaria y al solo efecto de que el facultativo que la desempeñara prestase sus servicios a los vecinos pobres de Tejina, Valle Guerra, Bajamar y Punta del Hidalgo”.

Esta lejanía en el tiempo nos facilita contar estas historias, y otras más cercanas que nos narran y describen lo cotidiano acercándonos más a la realidad del momento. Ejemplo de ésto fueron las peripecias que se sufría para conseguir la penicilina. La dificultad de obtener este preciado antibiótico junto con la inexistencia aún de corriente eléctrica hacían cuestión de vida o muerte el trato con el cambullón a través de Carlos “el guarda”. Esa penicilina que con frecuencia se descargaba en Las Barranqueras bajo la supervisión de la propia guardia civil requería de camioneros como Juan Ramos conocedores de los estrechos y tortuosos caminos de la costa que sabía sortear con las luces apagadas del camión. De cómo afectaba la enfermedad a la vida cotidiana tengo un buen ejemplo en mi propia familia, la de los Matías, que la enfermedad y muerte en muy breve espacio de tiempo de cuatro de sus miembros a punto estuvo de arruinar a la misma. Este problema se resolvió unos años después con la aprobación del
Seguro Obligatorio de Enfermedad en la ley de 14 de diciembre de 1942 y la firma el 19 de agosto de 1944 del primer convenio para la prestación de Asistencia Farmacéutica  entre el Instituto Nacional de Previsión y el Consejo General  de Colegios Oficiales Farmacéuticos. Comenzaba a funcionar el Seguro de Enfermedad que con el tiempo iría sustituyendo a la beneficencia como única medida oficial que hasta entonces se tenía de garantía sanitaria pública a la población.

Artículo extraido del periódico Mesa de Tejina