Hace sólo unos meses nos
dejó otro padre de un amigo, Victoriano Ríos, a quien tuve la oportunidad de
entrevistar el año pasado. Me quedo con un gesto, el de su rostro de
satisfacción cuando supo que no iba a preguntarle por él, sino por su padre.
Hace unos meses, me encontré también subiendo las calles del Realejo
buscando a un coetáneo suyo. Don José Siverio. De igual forma me quedo
con su llegada, por su preocupación de no estar seguro de si
estaría suficientemente documentado y a su despedida, “gracias por todo
lo que he aprendido”. Son personas hechas de otra pasta, tienen la necesidad de
enseñar porque a su vez necesitan seguir aprendiendo. A Siverio, cura en la
actualidad de la ermita de San Sebastián del Realejo Bajo le pregunté por
qué Tejina tenía fama de ser religiosa, la respuesta también me
sorprendió. Tejina tenía fama de que los hombres iban a misa. Esta fama tiene
que ser fruto de un trabajo bien hecho, de una evangelización eficaz
realizada durante generaciones.
Nos encontramos investigando una época en
Tejina, lejana en el tiempo, pero que a medida la vamos conociendo se nos
antoja muy familiar, sencillamente porque las historias no hacen otra
cosa que repetirse. Es la época en la que Don Adolfo consideraba que se
habían iniciado los Corazones de Tejina. Esta antigüedad tiene un gran valor,
porque de ser cierta, la fiesta podría constituirse en una de las más antiguas
de Canarias con carácter de continuidad. Su relación con la fiesta del Corpus
parece inequívoca, el significado del doble corazón es, hoy por hoy,
mucho más interpretativo.
La conflictividad social del siglo XIX lo
demuestra las cinco constituciones que tuvieron que ser aprobadas, pero
interpretar la historia a través de sus pleitos sin hacer el más mínimo
esfuerzo por contextualizarla la puede distorsionar. Ese siglo fue el del
verdadero cambio, el del régimen absolutista al constitucional de las Cortes de
Cádiz influido por la revolución francesa del siglo anterior. El reparto de
poderes heredado de la Edad Media estaba aún vigente, clero, militares y el
pueblo llano se lo repartían. Cada uno de ellos se vio en la necesidad de
evolucionar y la Iglesia Ilustrada jugó un papel crucial. El clero canario fue
una auténtica punta de lanza para la política que quiso ejercer Carlos III en
el Nuevo Mundo. Fue la única diócesis de toda España que dispuso de cinco
obispos ilustrados y para la cual el realejero y archediano de Fuerteventura
José Viera y Clavijo se convirtió en todo un icono. El Marqués de Nava siempre
pensó en él como el primer Obispo canario, el mérito se le llevó Manuel
Verdugo, el quinto obispo ilustrado.
No nos extraña, por ello, que se produjese
pleitos como el que mantuvo el párroco de Tejina, José Nicolás de León
con la familia González y en concreto con su mayordomo Manuel Antonio González
y que ésta se remontase en dos generaciones, a la de su abuelo José González
Perera, alcalde y mayordomo a finales del siglo XVIII. La intervención de
Francisco Carvallo, marchante de Luján Pérez, que había casado en Tejina con
Francisca Rojas, la tía de Pepe Macana (José Rojas Martín), es ilustrativa cuando
dice, en 1842 en plena revolución isabelina, que el juicio lo tiene que llevar
a instancias superiores y fuera de la isla, por la influencia que el párroco
ejercía sobre el pueblo. Nuevamente salía a relucir es argumento muy repetido de
la “ignorancia” del pueblo llano al que tenía manipulado de párroco y que en
realidad, lo único que escondía, era el temor de la nueva burguesía agraria a
que el pueblo comenzase a estar convenientemente informado.
Si algo caracterizó desde el punto de
vista católico a este siglo XIX fue sin duda la aprobación de la bula papal
Inefabilis Deus, dictada por Pío IX un 8 de diciembre de
1854, por la cual se aceptaba la imposibilidad de que a Virgen María hubiese
nacido con pecado original ya que en su seno se había encarnado el hijo de
Dios. El día elegido no fue casual, nueve meses antes de una tradición
ancestral, la natividad de la Virgen María, el origen del año litúrgico
bizantino. Esta aprobación fue la conclusión de siglos de debates dentro de la
iglesia, no en vano la iglesia matriz de Tenerife está bajo su advocación, la
Iglesia de la Concepción de la Laguna. Los cultos marianos y los sacramentales
ya se daban en Sevilla durante la conquista de las islas. La hermandad y
esclavitud de Nuestra Señora de la Concepción data de 1533, e incluía los
cultos marianos y sacramentales. Tuvo un fuerte carácter asistencial y una
presencia femenina preferente, a las que se les refería como hermanas o dueñas.
La constitución de la hermandad del Santísimo Sacramento fue posterior, en la
segunda mitad de ese siglo XVI. Pero tanto el culto sacramental como el mariano
fueron de la mano en sus orígenes porque ambos eran consecuencia del concilio
de Trento que muchos consideran la contrarreforma protestante.
En origen, la forma de representar a la
virgen era con el niño en brazos en una clara alusión a la maternidad divina y
a la que se le llamaba la Concepción Franciscana. Fueron los aires del barroco
la que les despojaron al niño de sus brazos.
Fue en siglo XVII cuando se acrecentó el
debate concepcionista entre franciscanos que estaban a favor y los dominicos
que eran sus detractores. En el siglo siguiente Carlos III, gran devoto
concepcionista, elevó su prestigio tanto en España como en América.
En el siglo XVIII, en la iglesia de la
Concepción de La laguna, se festejó el novenario del 15 de agosto que se
culminaba el 24 de agosto día de San Bartolomé con procesión por la plaza del
Santísimo, la Virgen y el Santo. La proclamación del dogma en 1854 ocasionó
unos festejos el 14 y 15 de agosto de 1855 en el que el ornato de la iglesia
adquirió un aspecto lujoso con colgaduras, doseles, luminarias frontales
de plata. Mientras que el exterior había colgaduras de las casas luminarias y
faroles en la plaza, un arco de triunfo con una estrella de varas de colores
que la remataban…. El cortejo iba acompañado por un grupo de niñas vestidas
como de ninfas otras haciendo de librea y ángeles que tiraban flores al paso de
la procesión, mientras cerraba una tropa de milicias provinciales con su banda
de música [i].Estas novenas tenían especial fama en Tejina por coincidir con el Corpus que se celebraba el día del patrón. Nuevamente el día de las Vírgenes como novena del Corpus por San Bartolomé, devociones marianas y sacramentales.
La festividad de la Inmaculada Concepción
ha tenido por tanto una gran incidencia en nuestra cultura hispana, no en vano
es la patrona de España. También lo es del arma de Infantería y de los
farmacéuticos. El motivo de su elección en el caso de infantería fue la
victoria in extremis que se obtuvo en Flandes frente a los Calvinistas durante
la guerra de los ochenta años y para lo cual fue milagroso la congelación de
los ríos en el monte de Empel un 8 de diciembre de 1585. El rey Carlos III,
devoto concepcionista consiguió autorización papal en 1760 para el nombramiento
de la Inmaculada Concepción para nuestra nación.
En
el caso de los farmacéuticos su elección es también anterior a la aprobación de
la bula, comenzó siendo una devoción de las facultades. Los farmacéuticos
siempre hemos querido creer que el concepto de purísima iba ligado al de pureza
de los productos químicos que empleamos. Lo cierto es que el apoyo de los
gremios de farmacia en 1854 a la bula desde las recién creadas facultades
terminó incluyendo en la ordenación de la facultad de farmacia la advocación a
la Inmaculada Concepción y por mimetismo a toda la profesión.
En plena auge concepcionista surgió en La
Laguna la cofradía del Santísimo e Inmaculado Corazón de María el viernes de Dolores
de 1850. Se centralizó en Tenerife en el seno del monasterio de las Monjas
Claras de La Laguna, en el altar de Nuestra Señora de los Dolores. Esta
devoción se había iniciado en la iglesia parisina de Santa María de las
Victorias como iniciativa del papa Gregorio XVI. Tan solo dos años después, en
1852, estando como párroco Juan Espinosa y Salas se fundó la cofradía del
Corazón de María en Tejina. Uno de los principales impulsores de la devoción
fue el párroco Eduardo de Mesa, Don Fausto que ejerció en Tejina durante 38
años (1859-1897). Don Fausto fue el continuador en la segunda mitad del
siglo XIX de una devoción mariana que había surgido en el siglo anterior con el
alcalde y capitán Don Tomás Suárez de Armas como mayordomo de la cofradía de
Nuestra señora de los Dolores (1776-1842) y que entró en decadencia al final de
su vida coincidiendo con las políticas desamortizadoras. Esta devoción
que siguió creciendo tal y como podemos comprobar con la participación
destacada de Tejina en los actos
conmemorativos del quincuagésimo aniversario de la definición dogmática
de la Purísima Concepción de La Laguna. En definitiva, destacan cinco párrocos
en este siglo XIX que sin duda transmitieron esta devoción mariana. Los
hermanos Quintero y Estévez, el agustino José Nicolás de León, Juan
Espinosa y Salas y Don Fausto, Eduardo de Mesa que con toda probabilidad
utilizaron la devoción popular de los Corazones como herramienta
evangelizadora. Un doble Corazón, uno pequeño y otro grande, que podría
significar esa maternidad divina de María con el Niño Jesús, con siete flechas
o banderas, tantas como dolores tuvo la Virgen, una ofrenda de pan y vino, de
frutas y tortas, como tradición anterior incluso al cristianismo y que nos
llega de oriente y un ramo de flores en la parte superior como verdadero
símbolo del origen cristiano, como lengua de fuego que se posa en la cabeza de
los apóstoles.
1.
[i] La Laguna y su parroquia matriz. Estudios
sobre la Iglesia de la Concepción. Juan Alejandro Lorenzo Lima.