Wladimiro
Rodríguez Brito, exconsejero de Medio
Ambiente, acaba de describirnos la realidad del campo lagunero que en esencia
es la de nuestra comarca del Nordeste. La comarca agrícola por excelencia del
municipio más agrícola de la isla. Lo ha llevado a cabo con cuatro
magníficos artículos en los que no dudó en utilizar una expresión de Pedro Molina para su título,
La Laguna y los surcos. La utilización de los surcos como huella de trabajo y
laboriosidad está muy arraigada en
nuestra cultura cristiana. San Josemaría Escribá la utilizó junto con Forja
para completar su trilogía de Camino. Ya la biblia nos describe a Jesucristo como
el Camino, la Verdad y la Vida, como el ejemplo a seguir para una correcta vida
cristiana. Parábolas como la del Sembrador o la del Trigo y la Cizaña han
formado parte del cuerpo doctrinal de la
iglesia que por todos es conocido y que están en el origen de expresiones de
ese tipo.

La búsqueda de la verdad, de lo que hay
más allá de lo desconocido, ha sido un anhelo de todas las culturas. El Camino
de Santiago es un ejemplo de este anhelo. Patrimonio de la Humanidad en 1993 y
premio Príncipe de Asturias de la Concordia en 2004, al Camino de Santiago se le considera el
origen de la construcción de Europa, y es en realidad la superposición de otro
más antiguo que siguiendo el movimiento del sol terminaba en el “Finisterre”.
Cualquier otra ruta que se pretendiese continuar necesitaba obligatoriamente
ser acuática, sobre el océano Atlántico, la cual, siguiendo los puertos de
cabotaje enlazaba también con puertos mediterráneos como Venecia, Roma o
Génova. Estas rutas establecieron las transacciones comerciales y forjó los
lazos culturales entre los pueblos que nos han dado nuestra identidad.

En el siglo XII el dominico obispo de
Génova, Santiago de Vorágine, recopiló todas las historias de los santos en su
obra la Leyenda Áurea, un texto sin rigor histórico cuya finalidad era
exclusivamente devocional. Tras la invención de la imprenta, dos siglos
después, su influencia fue enorme. La iconografía que hoy tenemos sobre los
santos se lo debemos a ella. De igual forma nos transmitió la posible conexión
entre San Bartolomé y San Agustín. Fue San Ambrosio, el que convenció a
San Agustín para que abandonase sus inclinaciones maniqueas y abrazase
las del cristianismo. San Ambrosio resaltaba que sólo San Pablo equiparaba en
importancia a San Bartolomé probablemente porque ya era la devoción más popular
de la Edad Media[i],
sólo superado por el diablo. La historia que hoy en día conocemos sobre San
Bartolomé la encontramos perfectamente narrada en ella, una historia que se
repitió en todos los pueblos y que la podemos observar grabada en piedra en el
enterramiento de Pedro I rey portugués (1320-1367) en el monasterio de
Alcobaca. La especial devoción del rey portugués por San Bartolomé, derivado de
su tartamudez, hizo plasmar su historia en piedra en su sepulcro y el de su
amada Inés, convirtiéndolo en uno de los exponentes máximos del arte
funerario medieval en toda Europa.

La historia de amor entre Pedro e Inés,
fue muy peculiar y ha sido narrado por cronistas, poetas y artistas de todos
los tiempos y nacionalidades. Pedro se enamoró de la mujer inadecuada para su
padre en el momento más inoportuno. Inés era la dama de compañía de la que era
su pretendiente, Doña Constanza, en el momento que se le proponía como
alternativa a la corona de Castilla. Alfonso IV, padre de Pedro no dudó en
asesinar a Inés. Es la leyenda la que cuenta como Pedro I se vengó tras la
muerte de su padre de los nobles que ejecutaron el asesinato de Inés de Castro.

La historia que
utiliza Pedro para su sepultura, complemento de la de Inés, contiene en doce
episodios la vida San Bartolomé que incluye tres de su infancia que no
aparecen recogidas en la Leyenda Áurea pero que eran conocidas por el pueblo.
San Bartolomé fue raptado por el diablo, dejando en su lugar una figura
diabólica que ni crecía ni dejaba de llorar. Abandonado Bartolomé en la montaña
para que muriese de frío es recogido por un sacerdote judío que lo cuida
durante tres años. Un joven Bartolomé regresa para desenmascarar al intruso.
Estos episodios están descritos en el manuscrito flamenco nº 1116, fechado en
el siglo XV de la Bibliothèque Royale de Bruselas. De esta creencia deriva el
papel protector de San Bartolomé de niños tartamudos y con problemas
psicológicos y la costumbre de los baños sagrados como los que se producen en
las playas de Esposende al norte de Portugal en la conocida romería de San
Bartolomé Do Mar. Esta romería va acompañado de un ritual a base de gallos como
se repite en otros puntos del Camino de Santiago como en Santo Domingo de la
Calzada o en el mismo Barcelos que da forma al icono más característico de Portugal.
Las playas de San Bartolomé de la región de Braga son paso obligado para los
peregrinos que desde Oporto se dirigían a Santiago de Compostela utilizando el
camino de la costa.
El temor a la llegada del fin del mundo
centraba todas las preocupaciones teniendo a Satanás como el verdadero
protagonista de todas las historias, un temor que se alargó durante siglos como
comprobamos en el Beato de Liébana
(Cantabria), que utilizó la narración del Apocalipsis de San Juan como
verdadera arma teológica de la reconquista. Son muchos los que interpretan que
esta conjunción de los hijos de Zebedeo, San Juan Evangelista narrando el
Apocalipsis y Santiago el Mayor, el matamoros, simbolizan el origen de España.
En el Beato podemos observar tanto al diablo amarrado, como a la protección
femenina que simboliza a la Iglesia que
con el tiempo daría origen a la figura de la Inmaculada
Concepción.

En el caso del sepulcro de Pedro I, el
papel protector de un San Bartolomé adulto aparece explicada a partir de la
cuarta edícula que hace referencia a los episodios de evangelización por
tierras de oriente. Estas representaciones descritas también en el Auto de los
Apóstoles del monasterio de Alcobaca, así como en la Leyenda Áurea y el Acta
Sanctorum:
“Es un hombre de estatura corriente, cabellos ensortijados y negros, tez
blanca, ojos grandes, nariz recta y bien proporcionada, barba espesa y un
poquito entrecana; va vestido con una túnica blanca estampada con dibujos rojos
en forma de clavos, y con un manto blanco también ribeteado con una orla
guarnecida de piedras preciosas de color de la púrpura. Ya hace veintiséis años
que lleva esa ropa y las mismas sandalias; durante todo ese tiempo ni sus
vestiduras ni su calzado se han deteriorado ni manchado”
El acto de exorcismo sobre la hija del rey Polimio están también
representados en el sepulcro en una interpretación plástica de la liberación
de la princesa cuando la Leyenda Áurea narra:
“Haced lo que os mando; no tengáis miedo; no os morderá, porque yo tengo
bien sujeto al demonio que la dominaba”
Esta seguridad sobre las criaturas de las tinieblas se deduce también de
las cualidades físicas, al describir a Bartolomé como poseedor de una voz de
sonoridad poderosa, característica que pudo haber contribuido a convertirlo en
patrono de la tartamudez, defecto que sufría el propìo rey Don Pedro .
[i] Sousa, A.C., Rosas, L.M..- Iconografía de San
Bartolomé en el sepulcro de Pedro I (Monasterio de Alcobaca, Portugal)