Dicen los antropólogos que mientras los hombres cazaban las mujeres recolectaban y cultivaban, lo que podría ser una posible explicación del por qué los hombres suelen tener una mejor perspectiva lejana y las mujeres cercana y detallista. Las mujeres por ello podemos hacer muchas cosas, pero una marca la gran diferencia: somos capaces de engendrar, de dar vida, y gracias a ello garantizamos nuestra supervivencia como especie. Poco a poco se va confirmando científicamente lo que nuestras madres intuían. Todos los aspectos que influyen en el momento de engendrar tendrán una gran repercusión en el resto de la vida del individuo.
Los
pediatras saben muy bien que no hay mejor tranquilizante para un bebé que el
propio olor de su madre, ese olor lo desarrolla el feto desde el mismo momento
en que se forma a través del líquido amniótico, su medio ambiente natural. No
en vano, el olor va a desarrollar un papel crucial en la memoria cercana del
bebé recién nacido. De igual forma, hoy en día se sabe que alterar químicamente
ese medio ambiente tan particular con los disruptores endocrinos, tendrá
repercusiones a largo plazo. El efecto tranquilizador del paseillo del bebé es
otro ejemplo de cómo
el movimiento natural que tenía la madre a la hora engendrar lo recuerda
el bebé con posterioridad.
El mejor
consejo que sin duda se puede dar es tener presente que esa época de nuestra
vida exige una responsabilidad sin igual y que toda la información que se
obtenga es poca, pero ésta debe ser de calidad, eso que ahora se
estila en llamar “medicina basada en la evidencia” y que por moderno que parezca
el término su fundamento lo pudo haber reflejado el propio Cervantes en el Quijote, cuando
hacía referencia al Dioscórides de
Andrés Laguna, como la mejor fuente de información médica de la época.
“Con
todo respondió Don Quijote, tomara yo ahora más aina un quartal de pan o una
hogaza y dos cabezas de sardinas arenques, que cuantas yerbas describe
Dioscórides, aunque fuera el ilustrado por el Doctor Laguna”
(I,XVIII,p,195)
¿QUÉ DEBEMOS TENER PRESENTE?
Un buen
estado nutricional y unos adecuados hábitos alimenticios son fundamentales para
la mujer incluso antes de planificar la gestación.
Debe
evitarse el consumo de alimentos crudos (carne, huevos, leche), por el riesgo
que supone la toxoplasmosis y la listeria.
Las
necesidades aumentadas del embarazo no requieren comer por dos. Se estima que
las calorías de más que se necesitan es inferior al 15%, o sea 300 Kcal/día más
a partir del 4º mes.
Las
necesidades aumentadas de vitaminas y minerales se estiman entre un 20 y un
50%, lo que requiere su aporte adicional con dieta variada abundante en fruta y
productos lácteos que van a ser esenciales para los requerimientos de calcio.
El
sistema nervioso y la retina del feto requieren el aporte de ácidos grasos esenciales, por lo que el
consumo de pescados grasos debe aumentar, aunque de forma moderada por el
riesgo que conlleva la contaminación con metilmercurio de los peces grandes
como el atún o la caballa.
Es
necesario garantizar el aporte de fibra, sobre todo si se padece de
estreñimiento. La ingesta de vegetales de hoja verde no sólo es importante por
este aporte de fibra, sino por su contenido en ácido fólico, esencial par
evitar los defectos del tubo neuronal del feto. Existe el consenso de la
necesidad de suplementar la dieta con 0,4 mg de folato/día desde 3 meses antes
de la concepción hasta la 10ª semana de la gestación.
Es
aconsejable que los requerimientos de yodo (250-300 mcg/d) también sean
cubiertos para evitar las malformaciones debidas a su falta en los primeros 6
meses de gestación, lo cual puede hacerse con la ingesta de sal yodada.
La
formación de edemas no se debe acompañar de restricciones de sal ni de agua sino con medias de descanso.
Se debe
evitar los tóxicos como el tabaco o el alcohol y limitar otros como café
y el té.
Por
último se debe desmitificar los conocidos “antojos” que no son más que cambios
de gusto motivados por los cambios hormonales, no deficiencias nutricionales,
por lo que evidentemente un antojo no satisfecho no deja marcas en la piel del
bebé.
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