Corren tiempos
revueltos para todos y el sector de la farmacia no está precisamente exento. En
estas situaciones miras hacia atrás y
tomas en consideración frases oídas de algunos de tus mayores, como que “en tierra de emigrantes siempre hubo tiempos
difíciles”.
Fue en el
verano del 82 cuando tuve la oportunidad de conocer a la persona que siete años
después se convertiría en mi suegro, conocido en la zona como Don Antonio , un farmacéutico que detrás de su imagen de
seriedad y rigidez, presentaba otra imagen familiar bien diferente, como su
afición a disfrazarse en todas aquellas fiestas que podía, y que con su
peculiar humor repetía: “es que ni sin máscara me reconocen”. Es esta especial
ironía en el humor la que parece caracterizar a un sector sanitario que ya
desde la época de Andrés Laguna, un médico humanista coetáneo de
Cervantes, lo plasmaba en sus obras.
Atrás han
quedado aquellos años en los que me formó en el laboratorio, en aquellas nada
agradables extracciones de sangre, o aquellas reuniones kafkianas en las que se
intentaba informatizar la farmacia. De él aprendí muchos valores, pero me quedo
con uno que tiene una especial vigencia, el del amor al trabajo y la vocación
sincera de servicio que mantenía a raya cualquier atisbo de doble
intencionalidad.
Cuando veo a
mis hijos ya crecidos, con frecuencia me pregunto dónde están aquellos años que
han pasado desde mis veraneos en el Altagay. Probablemente el hecho de haber
estado ejerciendo hasta ahora una actividad docente con una juventud tan
dinámica como las del sector de la imagen, la moda y la belleza me hayan hecho
olvidar que los años pasan
inexorablemente. Este paso del tiempo está obligando al a las farmacias a evolucionar,
y aprovechando su cercanía al paciente,
transformarnos en una empresa de servicios en donde la promoción y la educación
sanitaria sean prioritarias. Las redes sociales me han ofrecido esa oportunidad
de salir de detrás del mostrador y reencontrarme con una juventud ,y con otras
personas que no lo somos tanto, para divulgar esos temas que siempre me han
apasionado sobre ciencia y salud.
Quién le
habría dicho a mi suegro que los tiempos cambiarían tanto las cosas y al mismo
tiempo tan poco. La vinculación que siempre mostró entre la agricultura y la
salud, derivada no sólo de su origen palmero, sino de la vocación que siempre
profesó a la edafología, el estudio del suelo, sigue más vigente que nunca.
Como se suele decir en los cursos de manipuladores de alimentos, ese proyecto
de ley que se cuece sobre la alimentación, en el que se establece que la
higiene debe llevarse desde la finca al consumidor, nos habla del carácter
interdisciplinar que se debe dar a la alimentación, pero sobre todo transmite,
un problema real, y poco aceptado, el de
la malnutrición que soportamos en Europa.
Si nos fijamos
en la estatura de nuestros abuelos podemos sospechar el padecimiento de una
desnutrición temprana. El problema de hoy en día es sólo algo diferente porque
no se suele aceptar que los malos hábitos y la enfermedad estén ocasionando una
malnutrición en Europa que puede rondar
al 60% de su población y de la que sólo el tiempo nos dirá sus consecuencias.
La farmacia, hoy en día, se convierte en un espacio de salud ideal de
concienciación y de educación en nutrición porque la nutrición y la terapéutica
siempre han tenido que ir de la mano.
La galénica y
la farmacología fueron siempre las asignaturas troncales en nuestra profesión,
asignaturas que hoy en día cobran un renovado interés desde el mismo momento en
que se habla de temas como la medicina basada en la evidencia o del autocuidado
de la salud, porque es el consumidor el que está exigiendo una orientación
sobre la tremenda avalancha de información sanitaria que le está llegando a
través de internet. Internet está cambiando las relaciones sociales, pero son
las relaciones sociales de siempre, sustentadas por la misma escala de valores.
Nos toca a los profesionales saber separar el grano de la paja y orientar en la
buena educación.
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