“Ningún gran hombre
vive en vano. La historia de la
Humanidad no es sino la biografia del los grandes hombres”.- Thomas Carlyle
(1795-1881).
Cuando a mediados del siglo XX el ayuntamiento de la Laguna decidió poner nombre
a las principales vías de Tejina tuvo en cuenta apellidos como Castillo,
González, Rodríguez o Hernández. Esto nos indica que nuestra memoria histórica
no atravesaba entonces la barrera de ese siglo. Llegar a la barrera del siglo
XIX habría significado recordar apellidos como Tabares, Suárez, Machado o Vera.
El apellido Tabares y su antecesor los Vargas fueron claves
en el devenir histórico de Tejina. Juan Tabares Roo, un vecino de La Laguna con intereses en la
comarca fue un personaje de finales del siglo XVIII que supo abrirse un espacio
de prestigio social entre los hermanos Bencomo (Dean de la Catedral nivariense y
confesor real) y el Marqués de Villanueva del Prado, Don Alonso de Nava y
Grimón.
El primer Tabares que llegó a Canarias fue Alonso Hernández
de Tabares que procedentes de Azores su linaje le emparentaba con Pedro Viejas
de Tabares, Señor de la
Guardia , servidor de Sancho I, uno de los nobles portugueses
que se encontraron en la toma de Sevilla. Al llegar a Canarias casó con Beatriz
González hija de Gonzalo González y Francisca Afonso de Figueroa, portugueses
afincados en Tejina naturales de Braga y casados en Guimaraes, al norte de
Portugal. Fue el tercer matrimonio de Beatriz con Gonzalo Afonso el que educa a
los hijos y continúa la línea. Su nieta Leonor Tabares casó con Gaspar
Ocampo de la Gomera
y la hija de ambos Quiteria emparentó con los Wesrterling de Flandes. Si a
Asenjo Gómez, casado con Iomar González, hermana de Beatriz, se le ha
considerado el fundador de Tejina, su temprana muerte hizo que fuera su hijo
Bartolomé el que asumiera el papel de liderazgo social y algunos historiadores
consideran que el nombre de la parroquia de Tejina se debe precisamente a él.
Fue una pariente suya Jacobina Westerling de Ocampo, nieta de
Leonor Tabares, la verdadera benefactora de la parroquia de San Bartolomé y de la Alhóndiga. Jacobina
Westerling representa por tanto una descendencia tejinera de apellidos
flamencos. Fue su hija Gracia Jerónima la que casó con Juan de Vargas patrono
de la ermita de San Juan Bautista de Bajamar emparentando por primera vez las
casas Tabares y Vargas. Jacobina Westerling casó con Bernardo Lercaro y
Justiniano y algunos historiadores que consideran que hay dudas razonables
sobre su verdadera cristiandad creyendo que existen pruebas suficientes que
demuestran su criptojudaismo.
El apellido Vargas se cree que procede de la baja
Andalucía, sospechas que se tienen por las relaciones de sus parientes con
Trujillo y Marbellla. Todos contribuyeron de forma activa en la conquista de
Sevilla. Sancho de Vargas Machuca fue conquistador de Gran Canaria y Tenerife,
se le reconoce formando parte activa de las huestes de Gonzalo del Castillo y
aún tuvo tiempo de aventurarse en las cabalgadas contra el moro de la Berberia en las cercanías
de Tagaos. De igual forma que la patente de corso establecía las relaciones en
alta mar, las cabalgadas por el desierto en busca de esclavos era la actividad
más lucrativa que perseguían estos primeros conquistadores. El adelantado
Alonso Fernández de Lugo y su hijo Pedro no estuvieron exentos de esta
actividad y el resultado fue un auténtico desastre. Alonso Fernández de
Lugo, recibió el título de Adelantado precisamente para compensar ese fracaso,
un título más honorífico que económico. La reina Isabel terminó por
prohibir estas incursiones y los conquistadores tuvieron que buscarse otros
ingresos y otros objetivos. De esta forma nos llegaron a Tejina apellidos como
los Vera, Negrín, Morales, Denis o Perdomo que siempre utilizaron los
puertos como vía de comunicación. No nos extraña por ello en Tejina
encontrarnos apellidos familiares haciendo las américas como fueron Joaquín de
Vergara en Nueva Andalucía, Juan Vargas en Cumaná, Diego Sopranis en la Guayana o Guillermo Roo en
Maracaibo (1)[1]. De
igual forma no nos debe extrañar que devociones a la Virgen de las Nieves
nos lo encontremos tanto en Agaete como en Taganana. Sancho de Vargas no
hizo las américas pero sí le podemos localizar ver en las cercanías de Agaete
como fundador de Santa María de Guía, con propiedades en Lanzarote de donde era
originario su suegro, Juan Dávila, pero sobre todo en Tenerife, se le
reconoce una propiedad de 200 fanegadas en Tegueste, de la que nos queda el
topónimo de la Mesa
de Vargas. Con ocho hijos, Sancho de Vargas enviudó y se casó en segundas
nupcias con Marina de la Algaba
con la que tiene otras dos hijas, Isabel y Catalina. Procedía este apellido de
Huelva y había emparentado directamente con el Adelantado a través de su mujer.
Marina era hermana de Jerónimo Valdés y de Andrés Xuárez Gallinato, todos
sobrinos políticos del adelantado.
Juan Tabares Roo [2],
venía por tanto de buena familia, heredero del mayorazgo fundado por José
Tabares de Cala fue el último Regidor perpetuo. En 1817 sólo quedaban vivos
tres regidores más, Don Cayetano Peraza de Ayala, El Conde del Valle Salazar y
Don Lope de la Guerra ,
los tres con propiedades en la comarca. Como regidor más antiguo le
correspondió el honor de hacer la proclama de la reina Isabel II en 1833,
acto que no volvió a repetirse procediéndose a su jubilación el octubre de ese
mismo año.Tabares Roo es probablemente una de las personalidades que mejor
representan en Canarias el verdadero cambio político, el cambio de régimen que
aconteció hace dos siglos cuando en 1812 el régimen absolutista daba paso al
régimen constitucional de las Cortes de Cádiz. Intervino en la defensa de la Plaza de Santa Cruz ante el
ataque de Nelson, fue nombrado Secretario General de la Junta Suprema cuando
la invasión napoleónica, lidiando con la actitud timorata de Cagigal. Como tal,
le correspondió ceñirse el fajín rojo y ir a poner orden en la isla de
Fuerteventura por la desconfianza que provocaba las autoridades militares de
las Palmas. Los 5 meses que permaneció en la Isla le granjearon un aire ilustrado por las
mejoras agrícolas que propuso en una isla tan necesitada. Perteneció a ambas
sociedades económicas de La
Laguna y Las Palmas en donde fue clave su papel para
modernizar los terrenos de propios del Cabildo, Participó de forma activa en
diferentes comisiones de trabajo buscando nuevas áreas de desarrollo como fue
el del cultivo del tártago en el que el pueblo de Tejina expuso en la económica
de La Laguna
la posibilidades del mismo el uno de febrero de 1817. Desde antiguo se conocían
las propiedades farmacológicas del aceite de ricino,
hoy sabemos que su efecto purgante es debido al ácido ricinoleico con un
componente tóxico, la ricina que lo ha ido dejando en desuso.
Su padre, Juan Tabares Vargas, fue el que dió continuidad
al apellido Vargas a través de Tabares. Ocho generaciones que una
tras otra se iban ennobleciendo emparentando con apellidos como el Cala, Núñez,
Yáñez, Ocampo, Grimaldi, Prieto, Carminatis o Llarena y que su vinculación con
Tejina se mantuvo durante siglos como podemos comprobar en los libros
diocesanos con el bautizo de su tía Juana Tabares Vargas (5 de agosto de 1723)
en Tejina o con el matrimonio de su hermana María Antonia con Pedro-Pablo de
Soria Pimentel. Un antecesor suyo, Pedro de Soria Pimentel, había sido alcalde
de Tejina en 1639, casi un siglo de presencia en Tejina.
Juan Tabares Roo intervino en los principales
acontecimientos políticos de Canarias en esta época convulsa como pocas y que
para Tejina supuso su pérdida de identidad como ayuntamiento de igual forma que
La Laguna
perdía la capitalidad a favor de Santa Cruz. Fue una época en la que la
invención del barco de vapor dejó en plano secundario el valor de la dirección
de los vientos y la importancia del embarcadero de Bajamar decayó en la misma
medida que adquiría mayor protagonismo el puerto de Santa Cruz. El empuje
político de esta ciudad que emergía alrededor del Castillo de San Cristóbal iba
a oscurecer la bien trazada ciudad de los adelantados de la que era su patrono
convirtiéndola en una ciudad de monjes y educadores. Por ello, para La
Laguna se convertia en un objetivo prioritario conseguir el obispado y
recuperar la universidad.
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