martes, 17 de julio de 2018

Camino de San Bartolomé (II), un hospital medieval en Londres




En el año 1120, la Isla Tiberina recibió a un visitante de excepción, Rahere un sacerdote de la corte del rey inglés y  duque de Normandía Enrique I. Una tormenta de invierno había provocado  el naufragio de la embarcación real muriendo muchos de sus amigos. La depresión que le ocasionó le hizo decidir viajar en peregrinación a Roma siguiendo los pasos de San Pedro y San Pablo. Fue un viaje duro por mar y por tierra que duró más de un mes. Durante su estancia en Roma sufrió de fiebres tercianas (malaria) por lo que ingresó en el hospital de la Isla Tiberina. En los delirios provocados por la fiebre creyó verse capturado por una bestia de cuatro pies y dos alas que lo levantó en lo alto y lo colocó sobre una repisa. En su ayuda acudió una figura que se colocó a su costado y que él identificó como San Bartolomé, el cual le comunicó que en su nombre debería erigir una iglesia y un hospital para pobres en la ciudad de Londres. Por razones de espacio el lugar elegido debió ser fuera de las murallas de la ciudad en Smithfield que entonces formaba parte del mercado real. Se cree que el nombre de Smithfield es una modificación de “smooth field” (campo liso). El Obispo de Londres decidió la ubicación para las celebraciones y en 1122 se comenzó la construcción de un priorato agustino y un hospital en honor a San Bartolomé.



La evangelización de Inglaterra fue muy temprana y el cristianismo resistió las invasiones de sajones  y anglos. Pero al que se ha considerado apóstol de  Inglaterra es al monje benedictino Agustín de Canterbury (534-604), primer arzobispo. Eran estos monjes, que seguían la regla de San Benito, los encargados de custodiar las reliquias de San Agustín en Pavía antes de que lo fuese la orden de San Agustín. San Agustín es para  Inglaterra lo que   San Patricio  es para Irlanda o  San Bonifacio para Alemania.
En la época de Rahere, Europa estaba cambiando. En la baja edad media la población europea se duplicó, el campesinado se trasladó a las ciudades y el castellani dió paso al burgués. En la Iglesia ocurrieron también cambios y los monjes dieron paso a los canónigos regulares y al desarrollo de las órdenes mendicantes que tuvieron un papel crucial en la escuela escolástica. La mayoría de historiadores coinciden en considerar que las grandes modificaciones que hubo en Europa  se debió en gran medida al comercio, estando Londres en una situación privilegiada dentro del río Thámesis como puerto natural. El papel que Londres jugó luego en el comercio de indias la convertiría en la ciudad más poblada del mundo en el siglo XIX.



Si bien Rahere fue el inspirador de la Iglesia y el hospital, la dirección de la obra estaba en manos de un maestro albañil y el de las finanzas en las de  un canónigo  agustino. Rahere se convirtió en el primer prior de la Iglesia de San Bartolomé que mantuvo la vinculación con el hospital hasta 1539.



Se tuvo que hacer acopio de piedra, madera, cal, arena, plomo etc que serían utilizados por albañiles, carpinteros y diversos oficios de la construcción. El lugar donde vivían estos trabajadores se transformaría en un pueblo temporal. El lugar de la construcción se marcaba con cuerdas y estacas de madera, donde se excavaba y se rellenaba con piedras. Las paredes se construyeron como si se tratase de un sandwich, colocando piedras a ambos lados y rellenando el interior con escombros y morteros entre dos superficies de piedra. El método de construcción no ha cambiado a lo largo del tiempo exceptuando por las ayudas mecánicas que existen en la actualidad para los trabajos más pesados.





El poco conocimiento médico que existía entonces convertía a los hospitales en centros de cuidados más que de curación. Las iglesias tenían el deber de atender a los peregrinos y viajeros, así como a los pobres y enfermos del lugar. Las dolencias se consideraban castigos por el pecado. No sorprende por ello que la población recurriese a hombres y mujeres santos para ser curados y que los peregrinos visitasen santuarios en toda Europa en busca de ayuda. Los milagros eran registrados aumentando con ello la fama del lugar. Esta labor asistencial perduró prácticamente hasta el siglo XIX en las que la administración se hizo cargo de la pobreza y se aprobó la beneficencia. Hasta entonces ser “pobre de solemnidad” no era un calificativo peyorativo, sino todo un estamento poblacional que requería ser atendido.



 Un pasillo o ambulatorio circulaba por la parte trasera del altar mayor y comunicaba con el exterior donde el cultivo de plantas medicinales constituía uno de los pocos recursos disponibles contra la enfermedad. El saber, derivado de los conocimientos de los conventos y monasterios eran representados en láminas con fines didácticos donde se describían las características y virtudes de la planta. Estos podían tratase por una sola planta a los que se llamaban “simples o específicos” o bien  ser una combinación de varias de ellas. La referencia documental en la edad media de los medicamentos sencillos, fue La Materia Médica de Dioscórides. Pedacio Dioscórides fue un médico, farmacólogo y botánico de origen griego que ejerció la medicina como cirujano médico en los ejércitos de Nerón. Los cinco volúmenes de la Materia Médica describen más de 400 plantas, 90 minerales y 30 productos de origen animal que fueron la referencia y los antecesores de las farmacopeas europeas hasta el renacimiento.
Comprobamos con lo expuesto como muchas de las costumbres del medieveo se mantuvieron intactas hasta la actualidad a pesar de los grandes cambios poblacionales producidos. Se tendría que llegar al siglo XIX para que la sanidad sufriese el cambio que observamos en la actualidad de la mano de Pasteur y Kock descubridores de los microorganismos como  agentes causales de la enfermedad.

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