En el año 1120, la Isla Tiberina recibió a
un visitante de excepción, Rahere un sacerdote de la corte del rey inglés y
duque de Normandía Enrique I. Una tormenta de invierno había
provocado el naufragio de la embarcación
real muriendo muchos de sus amigos. La depresión que le ocasionó le hizo
decidir viajar en peregrinación a Roma siguiendo los pasos de San Pedro y San
Pablo. Fue un viaje duro por mar y por tierra que duró más de un mes. Durante
su estancia en Roma sufrió de fiebres tercianas (malaria) por lo que ingresó en
el hospital de la Isla Tiberina. En los delirios provocados por la fiebre creyó
verse capturado por una bestia de cuatro pies y dos alas que lo levantó en lo alto
y lo colocó sobre una repisa. En su ayuda acudió una figura que se colocó a su
costado y que él identificó como San Bartolomé, el cual le comunicó que en su
nombre debería erigir una iglesia y un hospital para pobres en la ciudad de
Londres. Por razones de espacio el lugar elegido debió ser fuera de las
murallas de la ciudad en Smithfield que entonces formaba parte del mercado
real. Se cree que el nombre de Smithfield es una modificación de “smooth field”
(campo liso). El Obispo de Londres decidió la ubicación para las celebraciones
y en 1122 se comenzó la construcción de un priorato agustino y un hospital en
honor a San Bartolomé.
La evangelización de Inglaterra fue muy
temprana y el cristianismo resistió las invasiones de sajones y anglos.
Pero al que se ha considerado apóstol de
Inglaterra es al monje benedictino Agustín de Canterbury (534-604),
primer arzobispo. Eran estos monjes, que seguían la regla de San Benito, los
encargados de custodiar las reliquias de San Agustín en Pavía antes de que lo
fuese la orden de San Agustín. San Agustín es para Inglaterra lo que San Patricio
es para Irlanda o San Bonifacio
para Alemania.
En la época de Rahere, Europa estaba
cambiando. En la baja edad media la población europea se duplicó, el
campesinado se trasladó a las ciudades y el castellani dió paso al burgués. En
la Iglesia ocurrieron también cambios y los monjes dieron paso a los canónigos
regulares y al desarrollo de las órdenes mendicantes que tuvieron un papel
crucial en la escuela escolástica. La mayoría de historiadores coinciden en
considerar que las grandes modificaciones que hubo en Europa se debió en
gran medida al comercio, estando Londres en una situación privilegiada dentro
del río Thámesis como puerto natural. El papel que Londres jugó luego en el
comercio de indias la convertiría en la ciudad más poblada del mundo en el
siglo XIX.
Si bien Rahere fue el inspirador de la
Iglesia y el hospital, la dirección de la obra estaba en manos de un maestro
albañil y el de las finanzas en las de un canónigo agustino. Rahere se convirtió en el primer
prior de la Iglesia de San Bartolomé que mantuvo la vinculación con el hospital
hasta 1539.
Se tuvo que hacer acopio de piedra, madera, cal, arena, plomo etc que serían utilizados por albañiles, carpinteros y diversos oficios de la construcción. El lugar donde vivían estos trabajadores se transformaría en un pueblo temporal. El lugar de la construcción se marcaba con cuerdas y estacas de madera, donde se excavaba y se rellenaba con piedras. Las paredes se construyeron como si se tratase de un sandwich, colocando piedras a ambos lados y rellenando el interior con escombros y morteros entre dos superficies de piedra. El método de construcción no ha cambiado a lo largo del tiempo exceptuando por las ayudas mecánicas que existen en la actualidad para los trabajos más pesados.
El poco conocimiento médico que existía
entonces convertía a los hospitales en centros de cuidados más que de curación.
Las iglesias tenían el deber de atender a los peregrinos y viajeros, así como a
los pobres y enfermos del lugar. Las dolencias se consideraban castigos por el
pecado. No sorprende por ello que la población recurriese a hombres y mujeres
santos para ser curados y que los peregrinos visitasen santuarios en toda
Europa en busca de ayuda. Los milagros eran registrados aumentando con ello la
fama del lugar. Esta labor asistencial perduró prácticamente hasta el siglo XIX
en las que la administración se hizo cargo de la pobreza y se aprobó la
beneficencia. Hasta entonces ser “pobre de solemnidad” no era un calificativo
peyorativo, sino todo un estamento poblacional que requería ser atendido.
Un
pasillo o ambulatorio circulaba por la parte trasera del altar mayor y
comunicaba con el exterior donde el cultivo de plantas medicinales constituía
uno de los pocos recursos disponibles contra la enfermedad. El saber, derivado
de los conocimientos de los conventos y monasterios eran representados en
láminas con fines didácticos donde se describían las características y virtudes
de la planta. Estos podían tratase por una sola planta a los que se llamaban
“simples o específicos” o bien ser una combinación de varias de ellas. La
referencia documental en la edad media de los medicamentos sencillos, fue La
Materia Médica de Dioscórides. Pedacio Dioscórides fue un médico,
farmacólogo y botánico de origen griego que ejerció la medicina como cirujano
médico en los ejércitos de Nerón. Los cinco volúmenes de la Materia Médica
describen más de 400 plantas, 90 minerales y 30 productos de origen animal que
fueron la referencia y los antecesores de las farmacopeas europeas hasta el
renacimiento.
Comprobamos con lo expuesto como muchas de
las costumbres del medieveo se mantuvieron intactas hasta la actualidad a pesar
de los grandes cambios poblacionales producidos. Se tendría que llegar al siglo
XIX para que la sanidad sufriese el cambio que observamos en la actualidad de
la mano de Pasteur y Kock descubridores de los microorganismos como
agentes causales de la enfermedad.
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