Un año más celebramos la fiesta de
nuestro santo patrón, San Bartolomé, una devoción temprana heredada del
medieveo. Tejina, tiene por ello más de 500 años de una historia que requiere
ser rescatada, interpretada y sobre todo divulgada.
Sin duda nuestra realidad física
siempre nos condicionó. La rotación de la tierra se imponía y escogimos el
camino lateral, el que nos llevaba de oriente a occidente, utilizando a nuestra
estrella sol como principal señuelo. Es el camino natural, el que buscaba los
nuevos pastos, el sustento. De esta forma se creó el Camino de Santiago sobre
las piedras de otro más antiguo que veneraba las estrellas del Finisterre, origen
de lo que hoy conocemos como Europa. Sobre ese camino se plantaron árboles para
dar sombra al caminante y sobre sus raíces surgieron nuevas obras de madera y
piedra que jalonaron y dieron vida al camino.
Nuestra realidad insular es algo
diferente y el camino natural nos lo impusieron los vientos alisios, aquellos
que permitían el tornaviaje y nos unía a nuestras islas hermanas, Cuba y Puerto
Rico. Tenerife y Cuba formaron parte de dos extremos de una misma ruta que
acercaba tres continentes. Sus puntos de aguada dieron lugar al Camino de San
Bartolomé en la época dorada de iberia, aquella en la que yendo Portugal y
España de la mano, al Atlántico recibía el sobrenombre del “Mare Clausum”, el mar cerrado, en el
imperio donde nunca se ponía el sol.
Si los caminos de este a oeste constituyeron el camino natural los que unen el norte con el sur se me antojan los aventureros, los que tomaron Cook en su búsqueda del polo norte o Livinstong para adentrarse en el África profunda. Unos y otros, ésos caminos terminan confluyendo y en sus cruces, allí donde el árbol lograba enraizar, surgiría la civilización que siempre necesitó grandes dosis de pragmatismo que le evitasen tomar los senderos que conducían al abismo. Tejina, a igual que Canarias, cruce de tres continentes debió de estar destinada a grandes logros como lo fueron Singapur o Estambul y pese a ello, caímos sumidos en un estancamiento sin parangón. Fueron nuestras diferencias muchas de ellas inducidas desde la metrópoli las que nos desgastaron hasta el astío. Conocer la historia nos permite alejarnos para tener una panorámica más global y poder entender nuestra existencia. Desconocerla, por el contrario, nos convierte en carne de cañón de manipuladores y falsos profetas.
Si los caminos de este a oeste constituyeron el camino natural los que unen el norte con el sur se me antojan los aventureros, los que tomaron Cook en su búsqueda del polo norte o Livinstong para adentrarse en el África profunda. Unos y otros, ésos caminos terminan confluyendo y en sus cruces, allí donde el árbol lograba enraizar, surgiría la civilización que siempre necesitó grandes dosis de pragmatismo que le evitasen tomar los senderos que conducían al abismo. Tejina, a igual que Canarias, cruce de tres continentes debió de estar destinada a grandes logros como lo fueron Singapur o Estambul y pese a ello, caímos sumidos en un estancamiento sin parangón. Fueron nuestras diferencias muchas de ellas inducidas desde la metrópoli las que nos desgastaron hasta el astío. Conocer la historia nos permite alejarnos para tener una panorámica más global y poder entender nuestra existencia. Desconocerla, por el contrario, nos convierte en carne de cañón de manipuladores y falsos profetas.
La leyenda aurea nos describe como
San Bartolomé y San Agustín iban de la mano. Fue San Ambrosio el que convenció
a San Agustín para que abandonase sus tendencias maniqueas y el que le
comentaba que sólo San Bartolomé equiparaba en importancia a San Pablo.
A ambos santos nos lo encontramos en
Londres en la rivera del río Thámesis y de la mano de los agustinos de la
iglesia de Gracia en Lisboa llegaron a la Iglesia San Agustín en Laguna. Las
tierras de los Llarena y de los Grimón, en la confluencia de los barrancos del Infierno con Las Cuevas sirvieron a los
Dominicos para erigir una ermita con un santo de su devoción, San Gonzalo.
Hacia la costa tenían en cambio los agustinos su particular huerta en Tejina
bien irrigada con las Aguas de Dios y cerca del Puerto de San Bartolomé.
Este trayecto de Lisboa a La Laguna
lo siguió también Leonardo Torriani, el principal ingeniero de Felipe II. En
plena preparación de la guerra contra el Inglés fue enviado para reforzar
nuestras defensas sin recibir la colaboración requerida por parte del Concejo lagunero.
Así, algo desorientado instaba al Cabildo que hubicara la situación del puerto
de San Bartolomé al comentar que le había llegado rumores de que “entre la punta del Ydalgo y la de Naga ay un
puerto o plaia de la Madera a donde con mucha facilidad y bonanza puede
desembarcar mucha jente de golpe y venir marchando a esta Ciudad …” Quien
sabe si fruto de esa desorientación confundió el nombre de la ciudad a la que
denominó San Bartolomé.
La tradición ermitaña de los
agustinos les había hecho aventurarse por tierras africanas con anterioridad a
su asentamiento en Canarias. Allí se mantienen, a día de hoy, los restos
venerados de Bartolomé el santón agustino ya descritos por diferentes
historiadores, en la ribera del río Assaca que como bien decía Viera sólo
distaba 19 leguas de Fuerteventura.
Las arenas del desierto se prestan a
estas historias en la que se entremezcla la realidad con la ficción pero hacer
desaparecer bajo las mismas una población de 30.000 habitantes como era la de
Tagaost se me hacía muy dificil de entender. Fueron los funcionarios consulares
españoles que aún mantenemos en el Aiún los que me facilitaron la labor de
búsqueda. Lo que no esperaba encontrarme era parte de nuestra historia, la del
Sahara Español, congelada en el tiempo donde el color de banderas andalucíes sustituían
el blanco original y donde un francés muy
internacional, Antoine de
Saint-Exupéry adquiría
el mayor protagonismo. El piloto del “Principito”, ese que se instaló en Punta
de Juby porque durante un tiempo trasportaba el correo siguiendo la ruta
Tolouse-Tetuán-Sahara-Senegal, comenzó su carrera literaria en esos parajes y
es el mejor ejemplo de que esos cruces de camino, esas rutas de norte a sur, se
han perpetuado a lo largo de los siglos. Tejina no haría mal recordando una de
sus frases más reconocidas
"No se ve bien
sino con el corazón, lo esencial es invisible a los ojos"